Ser un amante de las películas de los 80 me hace adorar aún más a Horacio García Rojas, actor de Clint Eastwood, y de proyectos extraordinarios
Horacio García Rojas no es de los que toman proyectos a la ligera. Cada personaje, cada historia, cada universo en el que se involucra, tiene que resonar con algo mucho más profundo: quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos.
Ahora, en Coyotl, vuelve a sumergirse en la fantasía, un género que lo marcó desde niño. “Yo soy actor porque crecí en los 80, con The Goonies, Creepshow, Dark Crystal, Lost Boys, Young Guns”, recuerda.
“Estas narrativas fantásticas hablaban de quién eres. Me acuerdo que cuando vi Lost Boys, aunque era una película de vampiros, en realidad trataba sobre identidad, sobre jóvenes que no saben quiénes son”, comparte.
Esa pasión por los mundos fantásticos lo ha llevado a proyectos como Diablero, Soldados o Zombies, y ahora Coyotl.
“La fantasía es un espacio donde podemos explicar muchas más cosas desde una perspectiva diferente”, dice. “Por eso existen las fábulas, las leyendas, porque son fantásticas. Y en nuestra narrativa moderna, están la ciencia ficción, la fantasía, el dark fantasy”.
En Coyotl, Horacio interpreta a un villano: el Cimarrón. Al principio, la idea de hacer a otro líder de cártel no le emocionaba mucho.
“Me dijeron ‘te quieren ver para un líder de cártel’ y yo, ‘¡ya estuvo! 80% de lo que me ofrecen son líderes de cártel. No sólo porque soy moreno me tiene que tocar eso’. Pero cuando leí que era una serie fantástica, dije, ‘Ok’”.
Lo que encontró fue un personaje que no buscaba justificar su maldad: “No hay apología de él. Es un ser despreciable. Es el verdadero monstruo de esta historia”, explica.
“Me interesaba construir un villano al estilo del western clásico: alguien que no importa si de niño le pegaron o no, decidió abrazar el dolor y disfrutarlo”.
Para Horacio, mostrar la capacidad humana de elegir el mal sin excusas es parte fundamental del relato.
“Los seres humanos tenemos la capacidad de bombardear un país entero y justificarlo religiosamente”, señala. “Hay individuos como el Cimarrón que deciden abrazar su dolor y arrastrar a todos con ellos.”
Historias que necesitamos contar
Más allá de Coyotl, Horacio siente una urgencia por ver más westerns, más ciencia ficción y más fantasía nacida desde nuestras propias raíces.
“Todo el mundo ama Shogun, todo el mundo ama Game of Thrones, pero aquí tenemos la historia de Acolmiztli Nezahualcóyotl”, afirma. “Es una historia de huida, alianza y regreso para vencer a un tirano. ¡Es el Rey León!, en todos los pueblos hay historias de chanéques, de guardianes de los bosques. Pero no las hemos contado porque seguimos enfocados en narrativas que venden la idea de que en México no hay esperanza”.
Para el actor, sólo hace falta llegar a un lugar en la CDMX, o en cualquier parte del país, y darnos cuenta de que las historias, están ahí. “Y sí la hay. Camina un mercado, habla con la banda. A pesar de todo, la gente vive esperanzada. Pero nadie nos cuenta esas historias”.
Recuerda con cariño su experiencia en Diablero, donde su personaje venía del barrio: “No era torpe, era inteligente, entregado. Me gustan esas historias donde el héroe sale de la banda”.
Por eso aceptó también Coyotl: para construir un villano verdaderamente monstruoso y ayudar a construir un héroe verdaderamente nacido del pueblo.

Las Azules: reflexionar sin panfletos
Uno de los proyectos recientes que más lo marcaron fue Las Azules, una serie policiaca basada en hechos reales sobre uno de los primeros casos de feminicidios seriales en México.
“Aprovechamos un thriller policiaco para hablar de cómo el machismo coarta”, cuenta.
Su personaje, Gerardo Herrera, es un investigador atrapado en su propio chip cultural: “Es un tipo que quiere hacer las cosas bien, pero sólo sabe hacerlo sometiendo a los demás. Cuando se atora, tiene que cambiar su punto de vista y dejar que ellas hablen.”
Lo que más le gusta de Las Azules es que aborda el machismo con matices, no de forma panfletaria. “Una amiga me dijo: ‘La historia de Las Azules pasa hace 50 años, pero sigue igual de vigente’. Y sí, todavía seguimos viendo cómo las mujeres son calladas y relegadas”.
Para Horacio, crear puentes es urgente: “No podemos solos. Sí somos responsables de nosotros mismos, pero para cambiar las cosas necesitamos al otro. Para bailar más chido, necesitas una pareja”.
Trabajar con Clint Eastwood: una lección de vida
Entre los grandes momentos de su carrera, Horacio destaca su participación en Cry Macho, dirigida por Clint Eastwood.
“Cuando vi Million Dollar Baby, dije: ‘Yo quiero trabajar con ese don’. Y se me cumplió”. Aunque no comparte su visión política, sí admira profundamente su postura humana.
“Clint ha trabajado con los mismos cabezas de departamento en seis o siete películas. Son una familia. Se protegen mutuamente”, algo que quiere replicar ahora que está escribiendo y planeando dirigir sus propios proyectos.
También recuerda con cariño sus primeras experiencias frente a cámara, como cuando trabajó con Tilda Swinton. “Ella me cobijó siendo novato. Si algún día llego a una posición similar, voy a abrazar a los novatos. Porque ellos tienen algo que puedes perder: el hambre, el nerviosismo de estar vivo”.
Trabajar con Clint Eastwood, asegura, fue como cerrar un círculo: “Ya formo parte de la historia del cine mundial, haber trabajado con uno de los más grandes actores y directores vivos”.
Horacio García Rojas no deja de buscar historias que expliquen quiénes somos, que nos recuerden que no todo es oscuridad, que hay esperanza en las calles, en los mercados, en los héroes y heroínas cotidianos.
“Siempre que haya proyectos de fantasía, de ciencia ficción, ahí voy a tratar de estar. Porque son espacios donde podemos explicarnos. Donde podemos contar que, a pesar de todo, seguimos vivos, seguimos soñando”, concluye.